Esto, sumado al nuevo escenario
en que se enfrentan las fuerzas del trabajo y el capital
implica necesariamente el desarrollo de un pensamiento propio
independiente y soberano
síntesis política e idiológica de los valores morales
de la cultura marginal emergente.
Este proceso, de reconstrucción de la capacidad
y de la condición del sujeto social independiente y soberano
del pueblo pobre y marginado
sólo puede ser entendido - de momento-
como un proceso histórico cultural
donde los valores solidarios aprendidos trás una era de opresión y sometimiento
emergen de la marginalidad
para ser recreados y defendidos en forma permanente
La propuesta revolucionaria adquiere así
principalmente la forma de una propuesta moral
que se consolida en abierta confrontación con la cultura de la “modernidad capitalista”
y que en su desarrollo debe resolver
-tal vez de manera diversa y novedosa-
los problemas de la propiedad de los medios de producción,
las relaciones sociales, las características del nuevo estado, etc.,
siendo imposible definir sus características a priori
Por ello, la autoconvocatoria del Pueblo Pobre a realizarse como Nación
sólo puede ser entendida hoy
como el renacimiento de una cultura de la solidaridad
que emerge desde el fondo de la marginalidad y pobreza
con la fuerza incontenible de la diversidad de sus cosmovisiones
y los sabios valores morales que ellas contienen
y cuyo sentido multiétnico e internacionalista
sólo encontrará el escenario mínimo de realización
en el ámbito continental.